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domingo, 20 de noviembre de 2016

S. Juan de la Cruz: lo que Dios obra en la persona...



Hay una imagen preciosa que usa san Juan de la Cruz y que me da mucho consuelo leer. Es la imagen del leño puesto al fuego. Yo la resumo mucho, pero es bellísimo leerla tal y como él la expresa, y da mucha luz. Está en Llama 1,18-26.
El fuego, que es Dios, porque ama mucho al leño, que es la persona humana, quiere engrandecerlo, igualándolo consigo, y que el leño participe de la forma de ser del fuego. Dios que nos quiere mucho, quiere igualarnos a Él, levantarnos a su nivel, regalarnos que podamos amar con su misma calidad de amor. Pero el leño y el fuego son muy diferentes. Hasta que el leño está bien seco y la llama puede prender y, unida a él, hacerle dar también luz y calor, ha necesitado estar al fuego, y ennegrecerse y echar humo, y chisporrotear... El fuego ha tenido que purgarlo, que purificarlo, antes de prender bien en él.  Por eso, en palabras de san Juan de la Cruz: “el mismo Dios, que quiere entrar en el alma por unión y transformación de amor, es el que antes está embistiendo en ella y purgándola con la luz y el calor de la dicha llama, así como el mismo fuego que entra en el madero, es el que la dispone antes”. Esa llama que cuando la persona ha vivido ya el proceso de purificación, es un regalo inmenso, antes se experimenta como noche oscura, como “largas y profundas, dolorosas purificaciones”.

Si quieres acceder al texto de S. Juan de la Cruz al que se refiere, puedes ir a   Llama 1,18-26
Si quieres escuchar, cantado, el poema de S.Juan de la Cruz, puedes ir a video del poema Llama de amor viva