Nos sabemos llamadas por Dios a formar una pequeña familia estable que en el corazón de la Iglesia sea amor vivificante que haga fecundo su trabajo apostólico y evangelizador.
Llamadas a vivir en obsequio de Jesucristo, nos
comprometemos de corazón a imitarle, conformándonos con su vida. Por ello
hacemos de los consejos evangélicos la clave de nuestra vida.
Pero la oración no se reduce a estos momentos establecidos para ello sino que abarca toda la existencia. Se trata de caminar en la presencia del Dios vivo para que toda la vida sea una búsqueda de unión con Él.
Por ello el trabajo que desempeñamos para nuestro sustento es sencillo. Buscamos que la mente y el corazón estén atentos a Dios en todos los momentos. La separación, la clausura, persigue el mismo fin: favorecer un profundo desprendimiento interior y una vida de silencio y soledad.
La fraternidad es un aspecto muy querido para santa Teresa. Aunque el día transcurre en un clima de silencio, dos horas al día están dedicadas al encuentro distendido entre nosotras: es el tiempo de la recreación.
Semanalmente contamos con otros espacios de compartir fraterno a mayor profundidad. Buscamos que entre nosotras haya una franca sinceridad en el trato, que sean comunes gozos y dolores, procurando un clima de alegría y afabilidad
Semanalmente contamos con otros espacios de compartir fraterno a mayor profundidad. Buscamos que entre nosotras haya una franca sinceridad en el trato, que sean comunes gozos y dolores, procurando un clima de alegría y afabilidad