cristo coro

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martes, 19 de septiembre de 2017

Experiencia teresiana de la Palabra de Dios



Cuando se interpreta la Palabra de Dios, no se debería buscar adaptar la Palabra a la estrechez mental de nuestra vida, a nuestros corazones manchados. No es la interpretación existencialista lo que la Palabra requiere de nosotros. Por el contrario, es nuestra vida la que necesita adaptarse a la Palabra, de manera que pueda ser dicha por nosotros de manera histórica con la misma verdad con que la encontramos expresada en el texto de la Escritura. El principio teresiano de interpretación de la Escritura es mariano: “Hágase en mí según tu palabra”. No sorprende que sea exactamente en este contexto que Teresa utilice el ejemplo de María recibiendo la Palabra del Señor proclamada por el ángel para explicar cómo deberíamos comportarnos frente a la sabiduría misteriosa VIda  de la Palabra de Dios:
“Aquí viene bien el acordarnos cómo lo hizo con la Virgen nuestra Señora con toda la sabiduría que tuvo, y cómo preguntó al ángel: ¿Cómo será esto? En diciéndole: El Espíritu Santo sobrevendrá en ti; la virtud del muy alto te hará sombra, no curó de más disputas […] ¡Oh Señora mía, cuán al cabal se puede entender por Vos lo que pasa Dios con la Esposa, conforme a lo que dice en los Cánticos!” (MC 6,7-8).

Permanecer delante de la Palabra de Dios como delante de la Eucaristía; permitirle que sea ella quien nos asimile a sí misma, transformándonos, convirtiéndose de esta manera en el principio dinámico de nuestra vida como seres humanos y como creyentes; disfrutar, finalmente, de su presencia, encontrando en ella la alegría misma, contentándonos sólo con que Dios nos permita dirigirle palabras como ésta: Bésame con el beso de tu boca. Creo que éstos son los elementos más importantes de la experiencia teresiana de la Palabra de Dios y de su forma de concretar el precepto de la Regla Carmelitana.
Saverio Cannistrà, Vida contemplativa y Palabra de Dios (2017)