cristo coro

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domingo, 21 de febrero de 2016

En el Año de la Misericordia: J. Lafrance habla de Teresa de Lisieux

Para Teresa, el Amor es primero la misericordia, es decir, la locura del amor del Padre que busca al hijo pródigo porque está herido, enfermo y pecador.
El amor consiste en que no amamos. Mientras no hayamos asimilado esta palabra, experimentando nuestra incapacidad de amar, mientras estas palabras no se sientan a gusto en nuestro corazón, tampoco la caridad se sentirá a gusto en nuestro corazón y no circulará en nosotros.
Tenemos que hacer la experiencia de que no amamos, de que somos incapaces de romper el círculo que nos encierra sobre nosotros y aceptar esa evidencia, dejándonos vencer enteramente por ella. De lo contrario la caridad será en nosotros como un buen deseo, un germen estéril incapaz de producir frutos auténticos.
Uno se pone entonces a amr a Dios y al prójimo con un amor que es una respuesta infinitamente pobre, temerosa e insuficiente, al Amor infinito que envuelve nuestro corazón de piedra.
Este ha sido el secreto de Teresa al descubrir el Amor misericordioso. Nos admiramos siempre a qué cima de amor ha llegado, pero apenas sospechamos a qué profundidad de miseria ha descendido para poder elevarse a esa altura de amor.  
“Si todas las almas débiles e imperfectas sintieran lo que siente la más pequeña de todas, el alma de vuestra pequeña Teresa, ni una sola perdería la esperanza de llegar a la cumbre de la montaña del amor, pues Jesús no pide grandes obras, sino solamente abandono y agradecimiento” (Ms B 1v).

J. Lafrance, Mi vocación es el amor, EDE, pp 12-13.