“Es imposible aportar nada a nadie
sin buscar y ver en cada cual todo lo bonito que tiene, porque identificando lo
malo, lo feo, lo torcido no se ayuda a nadie. Cristo miró a todos los que
conoció, tanto a la prostituta como al ladrón, advirtiendo la belleza escondida
en cada uno de ellos. Tal vez fuera belleza torcida o dañada, pero era belleza
por donde se mirara, y lo que Él hizo fue llamarla a voces. Esto es lo que nos
corresponde hacer con los demás. Pero, para ello, primero debemos ser puros de
corazón, de intenciones y mostramos abiertos – cualidades que a menudo echamos
en falta- para poder escuchar, mirar y ver tanta belleza encubierta. Cada cual
está hecho a semejanza de Dios, y cada cual se parece a un icono dañado. Pero
si se nos diera un icono dañado por el tiempo y los acontecimientos, o
profanado por el odio de los hombres, lo trataríamos con el corazón quebrado,
con ternura y reverencia. No prestaríamos atención al hecho de que esté dañado,
sino a la tragedia de que lo esté. Daríamos importancia a lo que perdura de
belleza, y no a lo que está destruido. Y así es como debemos actuar con los
demás”. (Anthony Bloom)