cristo coro

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miércoles, 3 de octubre de 2018

El que eres delante de Dios


Muchos poetas no son poetas por la misma razón que muchos religiosos no son santos: nunca consiguen ser ellos mismos. Nunca llegan a ser el particular poeta o el particular monje que Dios quiso que fueran. Nunca llegan a ser el hombre o el artista que piden todas las circunstancias de su vida individual.
Pierden los años esforzándose en vano por ser otro poeta, otro santo. Por muchas razones absurdas, se convencen de que están obligados a convertirse en otra persona que murió doscientos años antes y vivió en circunstancias totalmente ajenas a las suyas. 
En los grandes santos se encuentra la coincidencia entre perfecta humildad y perfecta integridad. Resulta que ambas cosas son prácticamente lo mismo. El santo es distinto de todos los demás, precisamente porque es humilde. La humildad consiste precisamente en ser la persona que somos realmente ante Dios; y como no hay dos personas iguales, quien tiene la humildad de ser él mismo no será como ninguna otra persona en todo el universo. Pero esta individualidad no se afirmará necesariamente en la superficie de la vida diaria. No será una cuestión de meras apariencias, opiniones, gustos o modos de hacer las cosas, sino que se encuentra en lo profundo del alma.
No eres humilde si insistes en ser alguien que no eres. Lo cual equivale a decir que sabes mejor que Dios quién eres y quién debes ser.  ¿Cómo esperas llegar al final de tu viaje si tomas el camino que conduce a la ciudad de otra persona? ¿Cómo esperas alcanzar tu perfección si llevas la vida de otra persona? Su santidad nunca será la tuya; debes tener humildad para trabajar por tu salvación en una oscuridad en la que estas absolutamente solo...  Y has de tener, por tanto, una humildad heroica para ser tú mismo y no ser nada sino la persona (o el artista) que Dios quiso que fueras. 
(T. Merton. Nuevas semillas de contemplación)