cristo coro

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viernes, 26 de junio de 2015

Fecunda virginidad

Siendo esposa del Señor, enteramente unida a Él e invitada a vivir en su Corazón, estás igualmente unida a toda la humanidad. El Corazón de Jesús es tan vasto como el mundo, hay sitio para todos. Has abandonado el mundo para pertenecer a tu Esposo, y por lo mismo, te encuentras en el corazón del mundo. Has abandonado toda preocupación para no vivir más que para el Amado, y así, llevas la preocupación de toda la Iglesia (2Co 11,28). Te enraízas cada vez más profundamente en la Iglesia, la esposa santa de Cristo, sin mancha, ni arruga, ni falta (Ef 5,27). Con ella y en ella, te vuelves madre de la humanidad. Todo el género humano se vuelve tu familia, confiado a tu solicitud amorosa.
Estás libre, desprendida de todos y de todo, y por eso mismo, más que nunca, estrechamente unida a todos. Tu horizonte se vuelve ilimitado. Llevas toda la humanidad en tus brazos. Tu virginidad te vuelve aparentemente estéril, pero tu Esposo hace de su esposa “estéril” una “madre feliz de hijos” (Sal 113,9). Como esposa de Cristo, participas en su misión redentora. Con Pablo puedes decir: “¿Quién desfallece que no desfallezca yo?, ¿quién cae que yo no me abrase?” (2Co 11,29). El Reino de Dios es tu pasión, no conoces descanso en tanto que Dios no sea todo en todos (1 Cor 15,28).

W Stinissen, Escondidos en el Amor. Manual de vida Carmelitana.