Nuestra forma de vida hunde sus raíces en
la experiencia de vida de santa Teresa de Jesús. Ella conoció en profundidad el
amor de Dios. Se sintió amada hasta extremos indecibles, incluso sin haber sido
del todo fiel. Ese amor de Dios tan grande despertó su amor y le llevó a hacer
suyas la situación de la Iglesia y del mundo de su tiempo. Le hizo poner en
juego cuanto estaba en su mano por ayudar a su Señor. Su opción fue profundizar
en la vivencia del Evangelio desde la oración y la contemplación de las cosas
divinas, viviendo los consejos evangélicos en una pequeña comunidad fraterna,
fundada en soledad, oración y estricta pobreza.
El origen de nuestra familia religiosa se remonta a los ermitaños que en torno
al s. XII se establecieron en el Monte Carmelo para honrar con su vida a la
Virgen. Ella es Madre y modelo en nuestra vida. A ella, a quien veneramos bajo
el título de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, está dedicada
nuestra Orden.