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07 noviembre 2017

¡No estamos huecos!



Tengo una amiga. Su deseo, su sueño, es tener el corazón unido, tener paz y saber mirar. Centrar la vida. Curar la dispersión que la está rompiendo y cansando. Pero ¿dónde descansar? ¿Cómo encontrar un lugar dentro de uno en el cual haya la suficiente calma para poder mirar y ver los pequeños milagros que suceden incesantemente ante una mirada rota y fatigada?
¿Habrá que romper el hielo que recubre de dureza y frialdad un calor que se adivina más adentro, un agua que quiere correr sin tanto dique, sin tanto recorte, sin tanto miedo?
Muchos guiños hay en el evangelio invitándonos a romper el hielo que cubre nuestra fuente para entrar ahí. Romper mi miedo a encontrar dentro eso que tanto anhelo y que nadie de carne y hueso me regala, descubrir quién soy, cuál es mi nombre, cuál es mi magia… Aunque necesitamos la mirada de Otro y de otros para descubrirnos. Eso es verdad. 
Tenemos que reencontrar nuestra capacidad de desear ¿cuál es tu verdadero, tu auténtico deseo? Y sólo encuentra su deseo el que vive en su historia y no envidia a otros. Sólo puedes desear aquello que germina en tu jardín.
Algún día sucederá lo que no esperas, si tienes fe y estás abierto a los milagros. Está en ti y viene de Otro, que te guiña muchas veces un ojo en detalles insignificantes.
Miguel Márquez ocd, ¿Hacia dónde mirar?

19 septiembre 2017

Experiencia teresiana de la Palabra de Dios



Cuando se interpreta la Palabra de Dios, no se debería buscar adaptar la Palabra a la estrechez mental de nuestra vida, a nuestros corazones manchados. No es la interpretación existencialista lo que la Palabra requiere de nosotros. Por el contrario, es nuestra vida la que necesita adaptarse a la Palabra, de manera que pueda ser dicha por nosotros de manera histórica con la misma verdad con que la encontramos expresada en el texto de la Escritura. El principio teresiano de interpretación de la Escritura es mariano: “Hágase en mí según tu palabra”. No sorprende que sea exactamente en este contexto que Teresa utilice el ejemplo de María recibiendo la Palabra del Señor proclamada por el ángel para explicar cómo deberíamos comportarnos frente a la sabiduría misteriosa VIda  de la Palabra de Dios:
“Aquí viene bien el acordarnos cómo lo hizo con la Virgen nuestra Señora con toda la sabiduría que tuvo, y cómo preguntó al ángel: ¿Cómo será esto? En diciéndole: El Espíritu Santo sobrevendrá en ti; la virtud del muy alto te hará sombra, no curó de más disputas […] ¡Oh Señora mía, cuán al cabal se puede entender por Vos lo que pasa Dios con la Esposa, conforme a lo que dice en los Cánticos!” (MC 6,7-8).

Permanecer delante de la Palabra de Dios como delante de la Eucaristía; permitirle que sea ella quien nos asimile a sí misma, transformándonos, convirtiéndose de esta manera en el principio dinámico de nuestra vida como seres humanos y como creyentes; disfrutar, finalmente, de su presencia, encontrando en ella la alegría misma, contentándonos sólo con que Dios nos permita dirigirle palabras como ésta: Bésame con el beso de tu boca. Creo que éstos son los elementos más importantes de la experiencia teresiana de la Palabra de Dios y de su forma de concretar el precepto de la Regla Carmelitana.
Saverio Cannistrà, Vida contemplativa y Palabra de Dios (2017)

16 abril 2017

Soy tuyo y para ti



Esta fue la experiencia que Juan de la Cruz vivió: la de un Dios que importuna por darse a sí mismo.
Él no da y reparte de una manera general, como el sol reparte sobre las montañas; Él deja a esta persona que soy yo en el valle y en la oscuridad. Se planta ante la persona como si no hubiese otras. Parece que ninguna otra cosa le preocupa; ‘que todo Él es para ella sola’. Dios llega poderoso, capaz de reconciliar cosas opuestas, dando vida por los aprietos de la muerte. Su abrazo abarca desde el Viernes Santo hasta el Domingo, y nada le hastía de una persona. Él no encuentra frustración o carga en la persona, sino causa de celebración gozosa. Juan se atreve a poner en boca de su Dios estas palabras: “Yo soy tuyo y para ti, y gusto de ser tal cual soy por ser tuyo y para darme a ti”.
Juan vivió esto. Se da cuenta de que para muchos esto puede resultar excesivo y trata por tanto de dar explicaciones. Pero la única que encuentra es Dios mismo: ‘Cuándo uno ama y hace bien a otro, hácele bien y ámale según su condición y propiedades; y así tu Esposo, estando en ti, como quien Él es te hace las mercedes’.
Iain Mathew, El impacto de Dios