Por su Ascensión, Cristo, lejos de desaparecer, comienza,
por el contrario, a hacerse presente y a venir. El Señor no se ha ido para
descansar de su tarea redentora: su “trabajo” está de ahora en adelante, junto
al Padre y de este modo Él está mucho más cerca de nosotros, “cercanísimo a
nosotros”, en este trabajo que es la Liturgia de los últimos tiempos. “Lleva a
los cautivos”, que somos nosotros, hacia el mundo nuevo de su Resurrección, y
derrama sobre los hombres “sus dones”, su Espíritu (Ef 4,7-10).
En el seno de la Trinidad Santa es a cada instante Siervo
de su Cuerpo y del más pequeño de entre sus hermanos: le llama y le alimenta, le
cura y le hace crecer; le perdona y le transforma, le libera y le deifica, le
revela que es amado por el Padre y se une a él cada vez más hasta que llegue a su
madurez en el Reino.
(Jean Corbon, Liturgia Fontal)