08 mayo 2025

El encuentro personal con Cristo convierte a Teresa en una persona nueva

Lo que nos interesa aquí es la manifestación de la persona de Jesucristo en la vida de Teresa. Siguiendo las alusiones contenidas en los propios escritos de Teresa, Tomás Álvarez compara la experiencia de Teresa con la de san Pablo. Para ambos hay un hecho decisivo, la repentina irrupción de Jesucristo en sus vidas, que marca un antes y un después. La misión de Teresa, como la de Pablo, brota directamente de encontrarse de repente en la presencia del Señor Jesús, sin que nada previo haya hecho ni siquiera sospechar tal eventualidad. Simplemente sucedió y este hecho tuvo efectos profundos y estables en ambos. El P. Álvarez menciona también otra historia similar, más conocida por los lectores de cultura española, a saber, la experiencia del filósofo Manuel García Morente, acaecida en París en 1937 y narrada por él en una larga e impactante carta hecha pública tras su muerte, conocida como El hecho extraordinario. El propio García Morente dice que encontró la descripción de un hecho similar al que experimentó en el cap. 27 de la Vida de santa Teresa, es decir, una «percepción sin sensaciones, puramente espiritual» que, sin embargo, comunica «una noticia al alma más clara que el sol» (V 27,3).

[Nos referimos al] momento del encuentro personal con Cristo, que convierte a Teresa en una persona nueva. Cronológicamente, el primer encuentro con Cristo, definido en el lenguaje de la época «visión intelectual» (cf. 6M 8,2), es decir, sin percepciones sensibles, tiene lugar en 1560, precisamente el 29 de junio, día de la fiesta de los Santos Pedro y Pablo (V 27,2). La visión dura algunos días (V 28,1). Le sigue la visión de Jesús resucitado que probablemente tuvo lugar el 25 de enero de 1561 (V 28,3). Subrayo estas fechas porque justo en el medio, es decir, en septiembre de 1560, tiene lugar la famosa velada en la celda de la Santa donde se propone por primera vez el proyecto de una nueva fundación de Carmelitas Descalzas (V 32,10). Ciertamente, no es casualidad que la decisión de dar vida a un Carmelo renovado se produzca en un período caracterizado por estas experiencias de encuentro con la persona de Jesús y la consiguiente percepción interior de su presencia junto a Teresa. Permítaseme recordar lo que dicen al respecto las Constituciones tanto de los frailes como de las monjas:

El origen de la familia teresiana en el Carmelo y el sentido de su vocación en la Iglesia están estrechamente vinculados al proceso de la vida espiritual y al carisma de Santa Teresa; sobre todo a las gracias místicas que la impulsaron a renovar el Carmelo, orientándolo completamente a la oración y a la contemplación de las cosas divinas (CM 4).

Me pregunto si hemos reflexionado suficientemente sobre este vínculo genético entre las experiencias de gracia de Teresa en su relación con Cristo y el nacimiento de nuestra familia religiosa. Estoy convencido de que les debemos nuestra existencia, pero me gustaría poder ir un poco más allá de la mera afirmación de hecho.

Algunos aspectos son inmediatamente evidentes. La experiencia de Cristo presente radicaliza y sobre todo “humaniza” la orientación cristológica de la Regla del Carmelo y de la tradición espiritual que de ella se deriva. Si en el corazón del propositum de los primeros carmelitas está vivir in obsequio Jesu Christi, es decir, en la obediencia fiel a Él, para Teresa el destinatario del obsequium es un hombre cuyo rostro conoce, por quien se siente constantemente acompañada, al que puede dirigirse con la espontaneidad de una amiga, una hermana, una esposa. Entendemos que este hecho es suficiente para cambiar radicalmente el ambiente, el tono y el estilo de una comunidad religiosa reunida en torno a un Jesús así percibido, conocido y amado. La meditación constante sobre la «ley del Señor», de la que habla el número 8 de la Regla, toma más bien la forma de una conversación con un amigo y de una contemplación de las verdades presentes en él, que se convierte en un «libro vivo» para Teresa: «He tenido tanto en qué pensar y recogerme en lo que veía presente» (V 26,5). Incluso el culto a la presencia de Dios, tan querido por la espiritualidad del Carmelo tras el profeta Elías , se reorienta naturalmente hacia la persona de Jesús y, a través de él, hacia la contemplación del Dios Trinidad. Es muy significativo el pasaje en el que Teresa distingue su experiencia (visión) de Jesucristo de otras experiencias reales y preciosas de la presencia de Dios:

No es como una presencia de Dios que se siente muchas veces, en especial los que tienen oración de unión y quietud, que parece en queriendo comenzar a tener oración hallamos con quién hablar, y parece entendemos nos oye por los efectos y sentimientos espirituales que sentimos de gran amor y fe, y otras determinaciones, con ternura. Esta gran merced es de Dios, y téngalo en mucho a quien lo ha dado, porque es muy subida oración, mas no es visión, que entiéndese que está allí Dios por los efectos que, como digo, hace al alma, que por aquel modo quiere Su Majestad darse a sentir. Acá vese claro que está aquí Jesucristo, hijo de la Virgen. En estotra oración represéntanse unas influencias de la Divinidad; aquí, junto con éstas, se ve nos acompaña y quiere hacer mercedes también la Humanidad Sacratísima (V 27,4).

Me parece que la diferencia fundamental entre las dos experiencias consiste en la percepción clara y objetiva de una alteridad que se manifiesta no solo a través de efectos internos, sino con su propia consistencia autónoma: «Acá vese claro que está aquí Jesucristo, hijo de la Virgen». Jesucristo está aquí, presente como yo, aunque de otra forma, pero no por ello menos real. ¡Aquí está el núcleo duro de la experiencia de Teresa y el sello de su originalidad! Entiendo que no es fácil aceptarlo, como no fue fácil el anuncio de Pablo de Cristo crucificado, «escándalo para los judíos, necedad para los gentiles» (1Cor 1,23). Pero sin esto no podemos comprender ni la especificidad de la mística de Teresa, ni el motivo que la impulsó a fundar una nueva comunidad religiosa correspondiente a esa gracia. Teresa puso a todos los cristianos ante la singularidad de Jesucristo, el hombre de Nazaret, el hijo de María, que es ahora, resucitado, el rostro con el que Dios se muestra al hombre. Pero también puso a los religiosos y religiosas ante la necesidad de reinventar las formas de vida consagrada, y en particular de la vida contemplativa, en respuesta a la iniciativa de Dios manifestada en su vida. ¿Cómo podría la vida contemplativa permanecer igual cuando el objeto de la contemplación se presenta de una manera nueva, haciéndose – por así decirlo – sujeto activo y compañero de la persona contemplativa? La vida contemplativa se transforma porque Dios en Jesucristo se convierte en interlocutor del contemplativo, coprotagonista de su búsqueda espiritual. Por lo tanto, es necesario inventar una nueva forma de vivir la vida religiosa contemplativa que dé espacio a este diálogo, más bien que lo convierta en la columna vertebral, en el centro inspirador de todas las demás dimensiones de esa vida. Teresa describe la contemplación como un acto de comunicación, de compartir libre e inmerecido por el cual el alma no puede evitar amar «a quien ve que, sin trabajo ninguno suyo, la hace capaz de tan grandes bienes y le comunica secretos y trata con ella con tanta amistad y amor que no se sufre escribir» (V 27,9). Lo que cautiva y enamora a Teresa es precisamente el descubrimiento de que Dios quiere que ella participe de sus más secretas riquezas «con tanta amistad y amor». La famosa definición de la oración como «tratar de amistad» (V 8,5) deriva de haber experimentado que Dios en Jesús se dirige al hombre como a un amigo con el que le gusta comunicarse. Un Dios tan amigo y comunicativo necesita encontrarse con personas igualmente amigas y comunicativas, que correspondan a su deseo de estar con los hijos de los hombres (cf. Pr 8,31, texto querido por Teresa que lo cita en V 14,10; 1M 1,1; Exclamaciones 7,1). Lo que sucede entre Dios y el alma es simplemente la comunicación del amor mutuo como sucede entre dos amigos o dos amantes, sin necesidad de palabras ni de señas, sino «con solo mirarse»:

se entienden Dios y el alma con solo querer Su Majestad que lo entienda, sin otro artificio para darse a entender el amor que se tienen estos dos amigos. Como acá si dos personas se quieren mucho y tienen buen entendimiento, aun sin señas parece que se entienden con solo mirarse. Esto debe ser aquí, que sin ver nosotros cómo, de en hito en hito se miran estos dos amantes, como lo dice el Esposo a la Esposa en los Cantares (V 27,10).

Saverio Cannistrà

05 mayo 2025

Ser un canto a la misericordia de Dios

 


Hay anhelos de nuestro corazón que se despiertan al roce de palabras que vibran y hacen resonar su eco dentro de nosotros... 
Compartimos estas palabras de una Carmelita Descalza, Cristina Kaufmann, que sintetizan lo sustancial de la experiencia de trato con Dios de Teresa de Jesús:

"JESÚS, el amor del que dependen todos los amores. Esto es lo primero que veo y lo que se expresa en su nombre: 'Teresa de Jesús'. 
Lo concreto de su amor, de su fe, de su alegría de vivir, le viene de Jesús en la Escritura por la Iglesia. La Santa explica en varios lugares de sus escritos encuentros con Jesús, ya sea en la “oración interior” en forma de búsqueda, de clamor desde la hondura de su miseria (cf V 9,1), o en forma de irrupción extática en la que todo le es dado de sorpresa y sin mesura (cf V 38,17), o también por el camino de las mediaciones exteriores. El mismo hecho de escribir es una y otra vez para ella ocasión de encuentros inmediatos con “Su Majestad”, con el “amigo verdadero”, con “el Esposo”. Jesús es su centro, su vida. Jesús se hace de Teresa, es decir, ella le reconoce como Aquel que siempre está con ella, que es y está para ella.  
Vive esta relación como núcleo de toda su existencia y nos enseña valorar como secundario todo lo demás. Las circunstancias de su vida, su ser monja, fundadora, escritora, maestra y madre, no dejan de ser consecuencias, o campos donde fructifica este amor; nunca están en el primer plano. Siempre es el mismo amor, el mismo Señor, el mismo Dios y la pobreza y el gozo de la respuesta de Teresa lo que forma la trama de su existir a lo largo de los años. La Santa experimenta de manera carismática y profética para su familia carmelitana el amor único: a Dios y al prójimo. 
Al decir que la Santa ama a Jesús, siempre hay que entender que ama con El todo lo que Jesús ama. Es este único amor el que la hace encontrar la forma de amar al prójimo, a la Iglesia y a la humanidad en su momento histórico. No se encierra por razón de su íntima relación con Jesús, como quien se sustrae de la batalla para poderse dedicar con calma y sosiego al cultivo de sus fantasías religiosas. “Aquí, hijas, se ha de ver el amor, que no a los rincones, sino en mitad de las ocasiones.”(F 5,15) Desde los primeros acontecimientos místicos en su vida de monja, ella comprende que el camino será el mismo que anduvo Cristo: camino de entrega de la vida por los hermanos por amor al Padre. La forma que dio a su obra o la manera de hacer participar en su carisma, fue la fundación del monasterio de San José al que le siguen luego otras fundaciones y las primeras casas de los frailes carmelitas descalzos. La respuesta a los torrentes de amor que le inundan el corazón es consentir en vivir abrasada en el fuego de la amistad con este divino Amador. Y la amistad llama a la intimidad, al compartir entre los dos amigos, a tener por propios los asuntos del amigo, vivir para lo mismo, desvivirse por lo mismo."
Cristina Kaufmann, ocd

19 abril 2025

Deteneos

 En el Salmo 45, Dios nos invita a detenernos y reconocer su presencia entre nosotros:

"Deteneos y reconoced que yo soy Dios,

Más alto que los pueblos, más alto que la tierra.

El Señor del universo está con nosotros,

nuestro alcázar es el Dios de Jacob." (Sal 45.11-12)

Dios nos pide que nos detengamos; no nos lo impone. Quiere que ante Él nos detengamos y permanezcamos libremente, por elección, es decir, con amor. No nos impide como la policía que detiene a un delincuente fugitivo. Quiere que nos detengamos como nos detenemos frente a nuestro ser querido, o como nos detenemos frente a la tierna belleza de un bebé dormido, o un atardecer o una obra de arte que nos llenan de maravilla y silencio. Dios nos pide que nos detengamos para reconocer que su presencia para nosotros llena todo el universo, es lo más importante en la vida, que nada puede superar.

Detenerse ante Dios significa reconocer que su presencia llena el instante y por lo tanto satisface plenamente nuestro corazón, en cualquier circunstancia y condición en que nos encontremos

El verdadero peligro que se cierne sobre la vida no es la amenaza de muerte, sino la posibilidad de vivir sin sentido, de vivir sin tender hacia una plenitud mayor que la vida y una salvación mayor que la salud.


Fr. Mauro-Giuseppe Lepori OCist

Enlace a una charla del mismo autor sobre "La llamada del silencio"


13 abril 2025

Toma de hábito de Hna. Estrella de María

El pasado 25 de enero, nuestra hermana Estrella de María vistió el hábito de Carmelita Descalza. Fue una celebración sencilla y profunda. Nos gustó mucho la homilía que predicó el P. Amando Cantó, OCD. Estas son las palabras que Hna. Estrella pronunció en el momento de la Acción de Gracias. Al final está el enlace para acceder al vídeo de la celebración. 

"¡Qué grande eres Señor!

¡Solo Tú sabes cómo hacer nuevas todas las cosas!

Te damos gracias por quedarte con nosotros y permitirnos recibirte en cada Eucaristía. Gracias Señor, por dejarnos la Iglesia; gracias por dejarnos a María, tu Madre, como nuestra Madre y gracias porque a través del Espíritu Santo sigues llamando a la conversión del corazón a todos tus hijos, suscitando múltiples y variadas vocaciones en los jóvenes… y no tan jóvenes.

Todo esto que acabo de decir resume gran parte de mi vida:

¡Qué grande eres Señor! Fui bautizada y educada en la religión católica y tuve fe, hasta que la perdí en algún momento durante mi juventud. Yo era de las que decía: “¡La Biblia, no se la cree ni quien la escribió!” /// Y de repente, un día, en Abril 2021, tras un suceso, recupero la fe. Y entonces te das cuenta de lo pequeña que eres, tú y tus plantes de vida y lo grande que es el Creador, quien los desbarata todos y te presenta un plan mejor, el plan perfecto para tu alma.

¡Solo Tú sabes cómo hacer nuevas todas las cosas! ¡Y tan nuevas!

Yo vivía en el mundo, tratando de ser feliz, como todos, haciendo lo que me parecía estaba bien, en un estado máximo de autosuficiencia, independencia (no necesitaba de nadie) y auto determinismo. Tenía familia, amigos, salud, iba a toda clase de eventos, me apuntaba a todos los viajes que podía, … estaba llena de cosas, pero vacía de amor. Mi alma tenía sed de Dios, sed de la verdad verdadera y al dejar de creer en la Iglesia y en el Dios de Jesucristo, busqué apagar esa sed espiritual al encontrarme con la Nueva Era…

…hasta que vino la Virgen, me llevó a Jesús y perdidamente enamorada de Él, comencé a perseguirlo (Jesús, llévame a dónde Tú vayas, solo quiero estar contigo) y siguiéndolo, unas veces, por verdes campos y otras por pedregosas y escarpadas montañas llegué hasta aquí, ¡Su mejor plan para mí!... ¡Y me siento plena y dichosa con Su plan!

Queremos dar las gracias a todos y cada uno de ustedes por haber venido a compartir nuestra alegría por la entrada al noviciado de esta alma, aquí presente.

Gracias a todas las personas: conocidos, amigos, vecinos, compañeros, hermanos en la fe que me han estado apoyando y elevando oraciones al Señor y a la Virgen por esta vocación. A mi gente de Gran Canaria y a los de mi nueva casa de Villar. Dios me ha bendecido con dos diócesis las cuáles llevo en mi corazón.

Gracias a todos los sacerdotes, religioses y religiosas y seminaristas que me han asistido de alguna u otra forma desde que comencé este proceso de discernimiento. Y muy especialmente, de ambas diócesis, a mis párrocos, capellanes, confesores y a mis dos directores espirituales. ¡Bendita paciencia que han tenido conmigo!

Gracias a mis Hermanas Carmelitas, por abrirme las puertas de su casa para hacer la experiencia, por todo lo que me han enseñado, por todo lo que hemos compartido y muy especialmente por su testimonio de vida.

Finalmente, infinitas gracias a toda mi familia: a mis padres y abuelos, ellos fueron los que me introdujeron, por el bautismo, en la Iglesia Católica y los que me dieron originalmente la fe. Mi familia a pesar de no comprender esta llamada y con la tristeza de verme marchar, me siguen apoyando. Sé el sacrificio que están haciendo y quiero decirles que Dios también lo ve y que no las dejará sin consuelo. Hoy tenemos una pequeña representación: mi hna. Mirta y una muy querida amiga de la familia, Delia. ¡Gracias por venir!

¡Gracias María, Virgen del Pino, Madre del Carmelo y Reina de la Paz, por cuidar de todos tus hijos e interceder por nosotros ante tu Santísimo y Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo! María, Madre del Carmelo, ¡enséñame a llevar con dignidad tu hábito!

¡Que Dios y la Virgen los bendiga a todos! Muchas gracias".

(25 de enero de 2025)

Enlace para ver la celebración


12 noviembre 2018

Entregarme a Dios me libera

Son testimonio de esto...

 ¿Qué es la libertad? No es actuar según nuestros caprichos, sin freno alguno, sino permitir que lo mejor, lo más hermoso y más profundo de mí pueda emerger libremente y no verse ahogado por cosas más superficiales: temores, apegamientos egoístas, falsedades, etc. Si me someto a Dios, esta sumisión va exactamente a «decaparme» de toda una costra que paraliza, para dar paso a lo que hay de auténtico en mí.
Indudablemente, si me someto a la voluntad de Dios, una parte de mí mismo se va a oponer. Ésa es, precisamente, la parte negativa que me condiciona y me limita y de la que me voy a liberar progresivamente. En cambio, la voluntad de Dios no se opone jamás a lo que hay en mí de bueno: la aspiración a la verdad, a la vida, a la felicidad, a la plenitud del amor, etc. La sumisión a Dios poda cosas en mí, pero nunca ahoga lo mejor de mí mismo: las profundas aspiraciones positivas que me habitan. Al contrario, las despierta, las fortalece, las orienta y las libera de los obstáculos a su realización.
Esto está confirmado por la experiencia: el que camina con el Señor y se deja conducir por Él, experimenta progresivamente un sentimiento de libertad; su corazón no se reduce, no se ahoga, sino, al contrario, se dilata y «respira» continuamente más. Dios es el amor infinito, y en Él no hay nada de estrecho ni reducido, sino que todo es ancho y amplio. El alma que camina con Dios se siente libre, siente que no tiene nada que temer, sin que, al contrario, todo le está sometido porque todo concurre a su bien, las circunstancias favorables como las desfavorables, el bien como el mal. Siente que todo le pertenece porque es hija de Dios, que nada puede limitarla porque Dios le pertenece. No está condicionada por nada, sino que hace todo lo que quiere, porque lo que quiere es amar, y eso está siempre en su poder. Nada puede separarla de Dios al que ama, y siente que si estuviera en prisión sería también feliz, porque de todos modos ninguna fuerza del mundo puede arrebatarle a Dios.
(Jacques Philippe)

03 octubre 2018

El que eres delante de Dios


Muchos poetas no son poetas por la misma razón que muchos religiosos no son santos: nunca consiguen ser ellos mismos. Nunca llegan a ser el particular poeta o el particular monje que Dios quiso que fueran. Nunca llegan a ser el hombre o el artista que piden todas las circunstancias de su vida individual.
Pierden los años esforzándose en vano por ser otro poeta, otro santo. Por muchas razones absurdas, se convencen de que están obligados a convertirse en otra persona que murió doscientos años antes y vivió en circunstancias totalmente ajenas a las suyas. 
En los grandes santos se encuentra la coincidencia entre perfecta humildad y perfecta integridad. Resulta que ambas cosas son prácticamente lo mismo. El santo es distinto de todos los demás, precisamente porque es humilde. La humildad consiste precisamente en ser la persona que somos realmente ante Dios; y como no hay dos personas iguales, quien tiene la humildad de ser él mismo no será como ninguna otra persona en todo el universo. Pero esta individualidad no se afirmará necesariamente en la superficie de la vida diaria. No será una cuestión de meras apariencias, opiniones, gustos o modos de hacer las cosas, sino que se encuentra en lo profundo del alma.
No eres humilde si insistes en ser alguien que no eres. Lo cual equivale a decir que sabes mejor que Dios quién eres y quién debes ser.  ¿Cómo esperas llegar al final de tu viaje si tomas el camino que conduce a la ciudad de otra persona? ¿Cómo esperas alcanzar tu perfección si llevas la vida de otra persona? Su santidad nunca será la tuya; debes tener humildad para trabajar por tu salvación en una oscuridad en la que estas absolutamente solo...  Y has de tener, por tanto, una humildad heroica para ser tú mismo y no ser nada sino la persona (o el artista) que Dios quiso que fueras. 
(T. Merton. Nuevas semillas de contemplación)