Retazos de
sus cartas:
“Hagamos de
nuestras jornadas una comunión perenne: por la mañana, despertémonos en el
Amor. Durante el día, entreguémonos al Amor, es decir, haciendo la voluntad de
Dios, bajo su mirada, con Él, en Él, para Él solo. Entreguémonos todo el tiempo
como Él quiera. Y después, al llegar la noche, tras un diálogo de amor que no
ha cesado en nuestro corazón, descansemos también en el Amor. Tal vez veamos
faltas, infidelidades; dejémoslas al Amor: es un fuego consumidor, hagamos así
nuestro purgatorio en su Amor” (20-08-1903).
“Me parece
que el alma más débil, incluso la más culpable, es la que debe esperar más, y
este acto que ella hace, para olvidarse de sí y arrojarse a los brazos de Dios,
le glorifica y le da más alegría que todo el replegarse sobre sí misma y todos
los exámenes que la hacen vivir con sus debilidades, siendo que posee en el
centro de sí misma a un Salvador que quiere purificarla a cada minuto” (26-11-1905).
“¿Qué
importa lo que sintamos? Él es el
Inmutable, el que no cambia nunca. Te ama hoy como te amó ayer, como te amará
mañana. Incluso si le has ofendido. El abismo de tu miseria atrae al abismo de
su misericordia” (Julio 1906).
“Él se
alegra de construir en ti por su amor y para su gloria y es Él solo el que
quiere obrar, aunque no hayas hecho nada para obtener esa gracia, sino lo que
hace la criatura: pecados y miseria. Él te ama así. Él lo hará todo en ti, y
llegará hasta el final. La fidelidad que te pide el Maestro es la de permanecer
en comunión con el Amor. En las horas en que no sientas más que el decaimiento,
el cansancio, le agradarás todavía si eres fiel en creer que Él obra aún, que te ama de todos modos y más aún ” (Octubre 1906).