Isabel de la Trinidad es un don precioso para nosotros y para la Iglesia en esta época marcada por la crisis de identidad, depresión, indiferencia, codicia desenfrenada, deformación de la naturaleza y manipulación humana. Ella testimonia de un modo valiente, bello y con convicción, el realismo de las verdades en que creemos y nos ayuda a comprender que si no recuperamos la dimensión escatológica de nuestra fe, ésta pierde eficacia y se vuelve inútil, sin incentivo ni fuerza transformadora.
(De la conclusión de la Carta.
P. Saverio Cannistrà, prepósito General ocd)
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